El Bosque de Fontainebleau, cerca de París, conocido por su historia y belleza natural, ahora sirve como un laboratorio crucial para estudiar los efectos del cambio climático. Este bosque, famoso desde el siglo XII y promovido por Claude-François Denecourt en el siglo XIX, enfrenta desafíos sin precedentes debido al calentamiento global.
Las sequías, enfermedades y tormentas, exacerbadas por el cambio climático, están afectando gravemente a las poblaciones locales de árboles, como los pinos silvestres y los robles. Desde 2018, más de 300.000 hectáreas de bosques públicos franceses han sido devastados, y la ONF (Oficina Nacional de Bosques francesa) está implementando medidas para combatir estos efectos. Esto incluye la plantación de 63.000 árboles de diversas especies, seleccionadas por su resistencia a la escasez de agua.
El Plan de Recuperación de Francia, iniciado en 2020, contempla la plantación de más de 50 millones de árboles en todo el país. Además, se están reforzando las medidas antiincendios, incluyendo la ampliación de caminos para vehículos de extinción y la vigilancia por drones.
Los bosques como Fontainebleau no solo son importantes para la biodiversidad local, sino que también desempeñan un papel vital en la regulación del clima a nivel regional y global. Según un informe del Instituto de Recursos Mundiales, los bosques ayudan a moderar las temperaturas extremas, manteniendo condiciones más frescas y húmedas, lo que es esencial en la lucha contra el calentamiento global.
Este caso subraya la importancia crítica de la gestión forestal en la era del cambio climático, mostrando cómo un bosque histórico se adapta y responde a los desafíos ambientales actuales.