En plena primavera, pocos árboles llaman tanto la atención como el árbol del amor o de Judas (Cercis siliquastrum), que se cubre de flores fucsias intensas en un estallido de color que brota directamente del tronco y las ramas desnudas, un fenómeno conocido como caulifloria. Esta peculiaridad, poco común entre los árboles de nuestros paisajes urbanos, lo convierte en una auténtica joya visual en jardines y espacios públicos del área mediterránea.
Originario de Oriente Próximo y de la antigua región de Judea —de donde, según algunos, deriva su nombre—, este árbol ha estado rodeado de simbolismo a lo largo de los siglos. Una leyenda medieval lo vincula con Judas Iscariote, quien supuestamente se habría ahorcado en uno de estos ejemplares, lo que explicaría su otro nombre popular. Más allá de su historia, el árbol del amor destaca también por sus hojas en forma de corazón, que emergen tras la floración y refuerzan el carácter romántico de su apodo. Después de las flores, aparecen unas pequeñas vainas que persisten hasta el otoño, cuando adoptan un tono marrón chocolate que también tiene su atractivo.
En conjunto, el Cercis siliquastrum es un árbol que combina belleza, curiosidad botánica y tradición, y que cada primavera recuerda con su floración que la naturaleza también puede ser escenografía.