Un nuevo estudio publicado en la revista Evolutionary Anthropology, sugiere que el beso humano tiene sus raíces en los comportamientos de limpieza observados en los grandes simios, como los chimpancés. Estos animales utilizan sus labios para succionar y retirar suciedad del pelaje de otros individuos, una práctica que combina higiene y socialización. Los investigadores proponen que este comportamiento fue heredado por los humanos y evolucionó desde una función puramente higiénica hasta convertirse en una expresión de afecto y conexión social.
Sin pelaje que limpiar, el acto de presionar los labios contra la piel adquirió nuevos significados. Con el tiempo, el beso dejó de ser un gesto utilitario para convertirse en un ritual cargado de simbolismo emocional y social. El estudio también explora cómo el beso ha sido reinterpretado culturalmente en diferentes sociedades a lo largo de la historia. En muchas culturas, el beso desempeña roles diversos: desde expresar amor y deseo hasta sellar acuerdos o marcar ceremonias religiosas.