La antigua central térmica de Cercs, en Cataluña, ha pasado de ser un símbolo del auge industrial a convertirse en una amenaza ecológica. Cerrada en 2011 tras décadas de actividad, la planta ahora enfrenta críticas debido a los riesgos ambientales que supone su deterioro y los proyectos para convertirla en una planta de incineración de residuos. Este nuevo uso ha generado controversia entre las autoridades locales, ecologistas y la población, que temen el impacto negativo en el medio ambiente y la salud pública.
La central, que en su día fue una fuente clave de energía para la región, ahora representa un desafío para la transición ecológica de Cataluña. Los defensores del proyecto argumentan que la reconversión podría generar empleo y aprovechar infraestructuras existentes, pero los críticos subrayan los peligros de la contaminación por incineración y el daño a los ecosistemas locales. El debate refleja la difícil convivencia entre el legado industrial y la creciente necesidad de soluciones sostenibles y limpias.